sábado, 25 de febrero de 2012

Experiencia en el salón del Automóvil de Madrid 2008


                La intención era probar el Mercedes C320 CDI, pero al acercarnos a éste coche, nos quedamos impresionados por otro más  deportivo y potente. Con sólo ver su parte trasera sabíamos que teníamos que solicitar otra prueba muy diferente.
                Era el Mercedes C 63 AMG en color blanco. Lo primero que nos llamó la atención son sus cuatro salidas de escape cromadas, dos a cada lado, que te anuncian que no estás ante un Mercedes cualquiera. Lo segundo fue su paragolpes trasero, más abultado de lo normal, con una estética bastante más agresiva. Sobre el portón trasero encontramos un pequeño alerón que, además de resaltar la deportividad, también tiene funciones aerodinámicas a altas velocidades.
                Continuamos andando alrededor del coche y miramos su perfil lateral del que sobresalían sus enormes llantas opcionales de 19” y 5 radios con unos neumáticos 235/40 delante y 255/35 detrás. En las aletas delanteras pudimos leer la inscripción 6.3 AMG que nos dio otra pista sobre el coche con el que estábamos tratando. Junto a las ruedas delanteras y conformando la parte final y lateral del paragolpes, encontramos unas branquias que acentúan el carácter deportivo del modelo. Observamos también el ensanche de las aletas respecto a la versión normal para poder albergar el mayor ancho de vías al que se somete el bastidor.
                Finalmente, en el frontal, resalta la imponente estrella de Mercedes que preside la parrilla delantera. Debajo de ella hay tres tomas de aire, una para el radiador y dos (una a cada lado) para refrigerar los enormes discos de freno perforados y ventilados de 360mm delante y 330mm detrás, que a buen seguro no les faltará trabajo a nada que se circule por una bonita carretera de montaña. A ambos lados de la parrilla encontramos los grupos ópticos con potentes proyectores bixénon.
                Abrí la puerta del conductor. El corazón late con más fuerza y las manos empiezan a temblar, presintiendo lo que está por llegar. Nos sentamos en los bonitos asientos de cuero negro con reposacabezas integrados que recogen perfectamente el cuerpo y en los que es fácil encontrar la posición adecuada para conducir, incluso para conductores cercanos a los 2 m.
                Agarré el volante de cuero perforado que tiene un tacto muy bueno y está achatado en la parte de abajo. Detrás del volante encontramos las levas que podemos utilizar para cambiar de marcha pero que, durante la brevísima prueba, apenas nos dejaron tocar.
                Una vez ajustado  bien el asiento, el volante y medio colocamos los espejos, nos dispusimos a arrancar el motor. Las manos empiezan a temblar nuevamente  y se suda más de lo normal.
                Arrancamos y nos invade una melodía ronca al principio, pero que luego al ralentí apenas se oye. Colocamos la palanca de cambios en posición D y pisamos el acelerador despacito para salir poco a poco del Recinto Ferial Juan Carlos I. El motor a bajas revoluciones  apenas se oye y puede pasar por cualquier otro motor. Cuando salimos del recinto ferial, toca incorporarse al tráfico a la salida de una rotonda. Hundimos un poco el pie en el pedal del acelerador y nos inunda un sonido grave que sale de los escapes. ¡Era algo que no había escuchado nunca saliendo de un coche que estuviera en mis manos! y que hace que te enamores y quieras más y más.
                Después de cada parada, experimentábamos el empuje del motor a cualquiera que fuera su régimen, así como el sonido grave que hacía que la gente girase la cabeza queriendo saber de dónde salía ese formidable sonido.
                 Yo, que estoy acostumbrado a cambios manuales, noté un cierto retraso desde que pisaba el acelerador hasta que llegaba la potencia a las ruedas. Pero nada de eso empañó los apenas diez minutos de deleite en los que estuvimos frenando y acelerando y pasando de primera a segunda y, como mucho, a tercera.
                Cuando más estábamos disfrutando, tuvimos que volver a entrar al recinto ferial para aparcar el coche.
                De todos los coches que probamos aquel día en el Salón del Automóvil, ese es el que más tiempo ha permanecido y permanecerá en mi memoria.

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