La
intención era probar el Mercedes C320 CDI, pero al acercarnos a éste coche, nos
quedamos impresionados por otro más
deportivo y potente. Con sólo ver su parte trasera sabíamos que teníamos
que solicitar otra prueba muy diferente.
Era
el Mercedes C 63 AMG en color blanco. Lo primero que nos llamó la atención son
sus cuatro salidas de escape cromadas, dos a cada lado, que te anuncian que no
estás ante un Mercedes cualquiera. Lo segundo fue su
paragolpes trasero, más abultado de lo normal, con una estética bastante más
agresiva. Sobre el portón trasero encontramos un pequeño alerón que, además de
resaltar la deportividad, también tiene funciones aerodinámicas a altas
velocidades.
Continuamos
andando alrededor del coche y miramos su perfil lateral del que sobresalían sus
enormes llantas opcionales de 19” y 5 radios con unos neumáticos 235/40 delante
y 255/35 detrás. En las aletas delanteras pudimos leer la inscripción 6.3 AMG que nos dio otra
pista sobre el coche con el que estábamos
tratando. Junto a las ruedas delanteras y conformando la parte final y lateral
del paragolpes, encontramos unas branquias que acentúan el carácter deportivo
del modelo. Observamos también el ensanche de las aletas respecto a la versión
normal para poder albergar el mayor ancho de vías al que se somete el bastidor.
Finalmente,
en el frontal, resalta la imponente estrella de Mercedes que preside la
parrilla delantera. Debajo de ella hay tres tomas de aire, una para el radiador
y dos (una a cada lado) para refrigerar los enormes discos de freno perforados
y ventilados de 360mm delante y 330mm detrás, que a buen seguro no les faltará
trabajo a nada que se circule por una bonita carretera de montaña. A ambos
lados de la parrilla encontramos los grupos ópticos con potentes proyectores
bixénon.
Abrí
la puerta del conductor. El corazón late con más fuerza y las manos empiezan a
temblar, presintiendo lo que está por llegar. Nos sentamos en los bonitos
asientos de cuero negro con reposacabezas integrados que recogen perfectamente
el cuerpo y en los que es fácil encontrar la posición adecuada para conducir,
incluso para conductores cercanos a los 2 m.
Agarré
el volante de cuero perforado que tiene un tacto muy bueno y está achatado en
la parte de abajo. Detrás del volante encontramos las
levas que podemos utilizar para cambiar de marcha pero que, durante la
brevísima prueba, apenas nos dejaron tocar.
Una vez ajustado bien el asiento, el volante y medio colocamos
los espejos, nos dispusimos a arrancar el motor. Las manos empiezan a temblar
nuevamente y se suda más de lo normal.
Arrancamos
y nos invade una melodía ronca al principio, pero que luego al ralentí apenas
se oye. Colocamos la palanca de cambios en posición D y pisamos el acelerador
despacito para salir poco a poco del Recinto Ferial Juan Carlos I. El motor a
bajas revoluciones apenas se oye y puede
pasar por cualquier otro motor. Cuando salimos del recinto ferial, toca
incorporarse al tráfico a la salida de una rotonda. Hundimos un poco el pie en
el pedal del acelerador y nos inunda un sonido grave que sale de los escapes.
¡Era algo que no había escuchado nunca saliendo de un coche que estuviera en
mis manos! y que hace que te enamores y quieras más y más.
Después
de cada parada, experimentábamos el empuje del motor a cualquiera que fuera su
régimen, así como el sonido grave que hacía que la gente girase la cabeza
queriendo saber de dónde salía ese formidable sonido.
Yo, que estoy acostumbrado a cambios manuales,
noté un cierto retraso desde que pisaba el acelerador hasta que llegaba la
potencia a las ruedas. Pero nada de eso empañó los apenas diez minutos de deleite
en los que estuvimos frenando y acelerando y pasando de primera a segunda y,
como mucho, a tercera.
Cuando
más estábamos disfrutando, tuvimos que volver a entrar al recinto ferial para
aparcar el coche.
De
todos los coches que probamos aquel día en el Salón del Automóvil, ese es el
que más tiempo ha permanecido y permanecerá en mi memoria.
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